Busco la
señal:
una pestaña
expulsada
de tu
atmósfera o
el chasquido
de tus dedos
a mi plexo
solar.
Trato de
seguirle el paso
al músico
neurótico de tu respiración
y así quizá
logre inhalar
el polen de
tu caos.
Nunca supe
llenar de flores
los caminos
de los tipos
que me humedecen
las sílabas: ¡Ah! ¡Oh! ¡Ah!
Las palabras
no me funcionan y
sólo puedo
ser un compás amorfo
que agita
cada vez más
mis ganas
de encajarle
los dientes
a tus pantorrillas.
Vení y acóstate
hoy conmigo.
Mañana ya
no querré volverte a ver.